miércoles, 10 de diciembre de 2014

10/12: El Último Mosquetero



10/12: El Último Mosquetero (48 Págs.)
Jason – Atisberri 2008

Un gran descubrimiento fue para mí el de Jason, el artista noruego del cual me hice fan y, motivo por el cual le entré a su novela gráfica El último mosquetero, publicada al español por Astiberri. Aquí, Jason presenta “la aventura” como fuera de lugar: el mosquetero del que habla el título, Athos, ha sobrevivido unos cuatrocientos años hasta lo que se supone es nuestro presente, y se configura por lo tanto como una suerte de Quijote deprimido, un “desubicado” con ideales anticuados que se consuela bebiendo y recordando. Jason suele trabajar con los géneros (el policial, el western), y en esta ocasión cruza la típica  andanza mosqueteril con la ciencia ficción. El último mosquetero cuenta con una especie de precuela, Athos en América, que transcurre en el Hollywood de los años veinte y se mete con el mundo del cine y las películas. 

 Mientras toma unos tragos, solo, en un banco de la calle, Athos se queda dormido y, al despertar, ve caer unas bolas de fuego desde el cielo y al amanecer se entera de que el planeta ha sido invadido por extraterrestres. ¿Todo es un sueño? ¿Está soñando esa aventura? No importa, realmente, si todo es soñado. Athos va corriendo, entonces, a buscar a Aramis, que también vive (a diferencia de Porthos), pero él se niega a plegarse a su incipiente aventura, por lo que deberá hacerse cargo solo de frenar a los invasores del planeta Marte. Lo que viene después es una aventura de la más pura estirpe, con armas láser, robots, un emperador despótico, naves espaciales.
 Pero, claro, está el dibujo de Jason para volverlo todo un poco extraño, para distanciarse y distanciarnos, porque sus animales antropomorfos (de trazo fino y sencillo) transitan por la aventura a su manera, y es una manera muy particular. La tristeza recorre el álbum de punta a punta, y hay una cierta decepción también que parece teñirlo todo de gris, pese a la colorida paleta que emplea el autor en esas páginas armadas según la grilla de nueve. Toques de absurdo por aquí y por allá van marcando el tiempo de la acción, como esos diálogos increíbles entre el emperador y uno de sus centinelas, las peleas de espadas en un ritmo que se muestra lentísimo, una princesa de armas tomar y el juego con los clichés de los géneros que se homenajean, y que todavía funcionan a la perfección. Se homenajean, decía, y no se parodian o no tanto, porque en la parodia hay una burla cómplice, una burla amigable, que puede volverse amarga (casi siempre en el final, como en el citado Quijote, aunque algo de eso hay acá también). Hay humor también, pero es ese humor amargo, irónico, acorde con el tono general, desopilante por momentos.
Naif, compleja, desoladora, soberbia, El Último Mosquetero de Jason nos deja ese sabor de las obras que, desde la aparente sencillez de su concepción, alcanzan una profundidad inusitada.

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